El jacarandá, tarco o palisandro es un árbol de la familia de las bignoniáceas originario de Sudamérica que crece preferentemente en climas cálidos con buen régimen de lluvias, aunque puede ser implantado en zonas más templadas y prosperar perfectamente, como sucede en la ciudad de Buenos Aires. Si bien su variedad más común, el Jacaranda mimosifolia, es originario de la zona del Litoral y de Brasil, en la provincia de Jujuy hay numerosos ejemplares que han crecido en las distintas ciudades y aún en el campo. Como en otros lugares del país, es un árbol que ha sido adoptado en Jujuy dadas sus muchas cualidades: la hermosa y prolongada floración, la fragancia, la abundante sombra, las pocos cuidados que requiere. Es muy abundante por ejemplo en avenidas y costaneras de la ciudades de San Salvador de Jujuy y San Pedro de Jujuy. Su nombre es una palabra de origen guaranítico que significa aromático.
      Se trata de un árbol de gran porte (en algunos casos alcanza los 30 metros de altura). El follaje, caduco o semicaduco, forma una copa ancha y ramificada que semeja un cono invertido. Entre la primavera y el verano presenta una abundante y vistosa floración de color liláceo, compuesta de racimos de flores tubulares. Las hojas son doblemente compuestas, con pequeños folíolos que recuerdan a las hojas de los helechos y dan a la copa un aspecto como liviano y aireado. El fruto es una cápsula leñosa de unos seis centímetros de diámetro que recuerda a una castañuela, con dos partes que se separan al madurar y dejan salir las semillas aladas.
      La madera del jacarandá es muy apreciada en carpintería y ebanistería por sus tonos crema y rosados, utilizándose sobre todo en la fabricación de muebles.
      Existen aplicaciones medicinales de la decocción de las hojas del jacarandá, pues tienen propiedades antibacterianas y antisépticas. La corteza tiene propiedades astringentes.