El ceibo, también llamado seibo, ceiba o bucaré, es un árbol originario de Sudamérica, especialmente de Argentina y Uruguay, aunque también se lo encuentra en Brasil y Paraguay. En nuestro país se conocen tres variedades: el ceibo común de las provincias del Litoral, el de Chaco y Formosa (ambos de menor porte) y el de las provincias del noroeste, que es más alto y con flores de un rojo más intenso. En Jujuy es un árbol muy común que se encuentra tanto en estado silvestre en las laderas de los montes de la zona de valles, como ornamental en las ciudades, en veredas, plazas y patios.
Pertenece a la familia de las leguminosas, es decir que su semilla está protegida por una vaina encorvada. La flores son de un intenso color rojo y están dispuestas en racimos que cubren toda la copa y dan al paisaje de las laderas jujeñas un tono característico tanto en primavera como en otoño. La hoja es compuesta, con un largo pecíolo y su lámina está dividida en tres folíolos, pude alcanzar los 25 centímetros de longitud. El fruto es una vaina tipo legumbre, de varios centímetros de longitud que contiene semillas cilíndricas de color castaño. Es un árbol de raíz pivotante, con nudos producidos por bacterias que viven en simbiosis con el ceibo (semejante a lo que ocurre con las raíces del poroto) y facilitan la absorción de nitrógeno. El tronco irregular se ramifica a varios metros del suelo en una copa de forma poco definida. Suele medir entre seis y diez metros, aunque en Jujuy y Salta hay ejemplares que superan los veinte metros.
      La madera del ceibo es muy blanda y liviana, por lo que se utiliza para construir juguetes, en modelismo, para instrumentos de percusión, armazones de monturas y colmenas. Antiguamente, los habitantes originarios la utilizaron en la construcción de canoas. La corteza se usa en curtiembre y también con fines medicinales, ya que contiene ciertos alcaloides.
      En 1942 el Poder Ejecutivo Nacional, por decreto 138474, declaró a la flor del ceibo como la Flor Nacional de Argentina.